A medida que llega el frío, las plantas detienen su crecimiento superficial, los árboles pierden las hojas y la mayoría de animales disminuyen su actividad física, algunos incluso retirándose por completo gracias a su capacidad por hibernar. En realidad, con la llegada del frío, parte de la naturaleza detiene su actividad y habilita un tiempo de reposo y descanso reparador para la próxima actividad primaveral. Se dice que es en invierno cuando mayor actividad tenemos bajo la tierra, cuando apenas se desarrollan los tubérculos y los árboles concentran su energía en sus raíces y cuando la tierra inspira para poder expirar más tarde.
Una vez más, el ser humano parece estar desconectado del ritmo de la naturaleza. Durante la Navidad invertimos mucha más energía de la que deberíamos y, en lugar de reposar el cuerpo, permitirnos más tiempo en casa, dejar paso a la meditación, la lectura, la contemplación, las pequeñas actividades manuales y las infusiones, empezamos un ritmo frenético marcado por nuestro trabajo, las compras y el ocio. No resulta extraño que las gripes, costipados y enfermedades varias afloren en la mayoría de personas, puesto que en lugar de reposar, llevamos al límite a nuestro sistema inmunitario.
Cuando una planta tiene hongos, el exceso de agua suele ser el responsable. Cuando una persona enferma, su actividad diaria suele ser la causa. No podemos pretender llevar los mismos horarios en invierno que en primavera sin pagarlo con nuestra salud. En cambio, sí podemos disminuir nuestro ritmo aprendiendo a escuchar la naturaleza y nuestro cuerpo y permitirnos un tiempo de más calma.
El objetivo de todo ello es claro: nuestra vida también tiene ciclos anuales. Y la primavera es el momento de que florezca todo aquello que se ha preparado en invierno, todo aquello que se ha cuidado y protegido gracias al frío. En primavera expiramos, en invierno debemos inspirar: coger fuerzas corporales, mentales y espirituales para afrontar un nuevo ciclo. Nos pasamos la vida pidiendo que las cosas salgan bien, que tengamos aquello que deseamos, pero no nos paramos a escuchar, no dejamos espacio para que las cosas nos lleguen. Así que si estos días sigues a 120 por hora, acuérdate de que para que las cosas salgan bien, antes deben tener espacio para entrar. Inspira, luego expira.
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