Vaya por delante que no pienso defender el modelo agrícola intensivo, ni el trato degradante que a veces sometemos a los animales y que deseo y practico una remodelación profunda del mismo donde el animal esté en las mejores condiciones posibles y en un hábitat similar al suyo.
En segundo lugar, me encanta ver cómo la mayoría de personas vegetarianas / veganas que conozco -real o virtualmente- dedican tanto tiempo a cocinar y a preparar platos con alimentos básicos, mucho más que el resto de personas. Hoy en día, los platos precocinados y los transformados tienen muchísima más acogida en las cocinas que los alimentos básicos, así que volver a saber qué comemos, es un reto y una responsabilidad. No voy a entrar a valorar alimentos como la quinoa, el coco, soja, etc que no proceden de nuestra Península y que creo fervientemente que deberíamos erradicar también de nuestra dieta por todos los problemas medioambientales y sociales que generan (el derecho de vivir dignamente no debería ser exclusivo de los animales y con el consumo de este tipo de alimentos, generamos miseria en las personas). Sin embargo, no creo en el veganismo.
Los antecedentes de nuestro pasado agrícola
Nuestro sistema agrícola actual desciende de las civilizaciones de Mesopotamia. Por ello, una huerta o campo de cereal es un ecosistema parecido a una estepa, pero desequilibrado y que requiere mucha energía.
Dicho esto, lo primero es entender de dónde procede nuestra alimentación vegetal. A poco que nos interesemos por la biología, entenderemos que cualquier tipo de huerta o campo de cereal es un ecosistema humano que requiere mucha energía para generarse y para ser mantenido. Esto es así porque nuestra agricultura desciende de las civilizaciones que habitaban Mesopotamia hará unos 10,000 años, lugar en el que las estepas son habituales y que nuestros campos de cereales nos recuerdan a día de hoy. Las guerras y expansiones de las antiguas civilizaciones nos trajeron esta agricultura, tan distinta de la que practicaban en otras zonas del mundo como los Mayas o los Incas, con unos ecosistemas más parecidos a los bosques que a los campos arados como hacemos, y los que la permacultura recupera bajo la idea de bosques de alimentos.
Entender el huerto como un ecosistema en constante desequilibrio
Cada vez que arrancamos una verdura, perdemos nutrientes. El modelo existió sosteniblemente gracias a que los asentamientos humanos incluían animales que importaban nutrientes.
Consecuentemente nos será fácil entender que una huerta es per sé, un ecosistema muy frágil y que requiere cantidades enormes de energía para funcionar: es un sistema que exporta nutrientes constantemente. Cada vez que arrancamos una verdura, perdemos nutrientes. ¿Qué necesita un huerto para funcionar? Evidentemente grandes aportaciones regulares de materia orgánica (compost / estiércol / humus / biochar / etc.), agua y otros elementos opcionales (energía humana / motocultor / herramientas / animales / etc.). Este modelo existió sosteniblemente durante miles de años gracias a que los asentamientos humanos incluían animales, capaces de comer en otros ecosistemas -prados o bosques-, reciclando comida estropeado o difícilmente digerible por nosotros y acumulando estiércol que era usado en otros ecosistemas -huerta-.
Empieza la logística de nutrientes en el mundo
Más tarde empezamos a importar guano en grandes barcos para poder alimentar a la población de la revolución industrial.
La demanda energética aumentó durante la revolución industrial, al igual que lo hicieron las nuevas posibilidades de comunicación. La población creció considerablemente y buscamos nuevas fuentes para producir alimentos, la más conocida el guano. Enormes barcos eran cargados de excrementos de aves en Chile, y transportados hasta los campos que nos dieron de comer y permitieron seguir alimentando la mano de obra de la nueva sociedad industrializada. Por primera vez, los nutrientes de nuestra comida ya no se producían únicamente en Europa, y fue así durante muchos años.
Hasta que Alemania descubre cómo crear nitratos con el aire que respiramos… y empieza una guerra
Alemania inventó la manera de sintetizar el nitrógeno atomsférico y hacer abonos solubles.
Esto le permitió afrontar dos guerras mundiales.
En 1914 un descubrimiento por parte de dos científicos alemanes, Carl Bosch y Fritz Haber, permitió sintetizar el abundante nitrógeno del aire y convertirlo en amoníaco, obteniendo más tarde nitratos para sustituir al guano. No es un hecho casual que una vez Alemania tuvo asegurada su producción alimentaria, pudiera afrontar dos guerras mundiales con mayores garantías y sin depender de la importación exterior de estiércol. Este hecho fue tan revolucionario que más tarde permitió la explosión demográfica que ha ocurrido en el planeta. ¡Abonos solubles químicos listos para todos los cultivos! Solo necesitamos energía barata para conseguirlo… Más tarde los Estados Unidos añadieron la gran producción de soja y maíz y crearon lo que hoy llena todos los estantes del supermercado y los anuncios de televisión.
Básicamente estamos comiendo derivados del petróleo
Así que aquí estamos, después de más de 10,000 años, con un sistema productivo que depende de 3 componentes básicos (fósforo, nitrógeno y potasio) y que en realidad obtenemos gracias a la energía tan barata que tenemos disponible (actualmente gastamos entre 10 y 15 calorías para producir una caloría alimentaria). En cierta manera podemos ver que nuestros cultivos se están alimentando de petróleo, así que nosotros comemos petróleo transformado. El suelo sobre el que cultivamos es un mero sustrato, dejando la agricultura mucho más cercana a un proceso de minería que un proceso de vida. No me gustaría profundizar mucho más sobre esta idea, pero es lícito reflexionar si este sistema agrícola puede perdurar en el tiempo más allá de 30 o 40 años…
¿Hay otras opciones?
Los animales han evolucionado durante millones de años junto a las plantas. Tenemos rumiantes que deberían pastar en los prados durante todo el año, y no comer grano, maíz y pienso que les acidifica el estómago. Tenemos omnívoros que básicamente se alimentan de soja transgénica y maíz gracias al precio irrisorio de estos, cuando deberían ingerir proteína animal entre otras. Tenemos peces (si, peces, peces!!) que comen maíz como base de su dieta. Y luego tenemos pánico a que salten enfermedades de granja a granja y lleguen a afectarnos.
Aunque parezca mentira, la anterior sucesión de acontecimientos es la culpable de la situación dantesca por la que amontonamos el ganado. Políticas agrarias subvencionadas, acumulación de bienes, semillas propietarias y explotación laboral permanente. Todo, todo nuestro sistema agrícola es un despilfarro energético que no puede perdurar. Y aún así, tenemos que darle las gracias porque sin él, probablemente ni tu ni yo estaríamos aquí.
Volviendo al tema que nos ocupa, en anteriores artículos hablamos de la fertilidad del huerto mediante el cuidado del suelo. Abonos verdes, compost, materia orgánica, no laboreo y mucho más nos permite mantener y mejorar nuestra producción de alimentos. Mi experiencia después de más de 10 años intentando producirme la mayor cantidad de comida posible, es que necesitamos estiércol animal.
Somos capaces de crear algunos cereales mediante el uso de abonos verdes y aplicación de materia orgánica; con mucha dedicación y mucha más gente trabajando sin necesitar tractores. Pero la huerta y algunos tipos de hortalizas (calabazas, patatas, tomates, etc) son difícilmente saciados con abonos verdes, humus de lombriz o restos vegetales. Es evidente que, como ya dije al inicio, tampoco podemos seguir comiendo productos del otro lado del mundo…
Para resumir y terminar, pongo en duda la posibilidad de vivir sin disponer de animales y de su estiércol, pero entiendo que debe hacerse desde otro lugar, desde el respeto y volviendo a cubrir las necesidades reales de los animales y disminuir muchísimo su consumo. Necesitamos rescatar su uso, volver a la sostenibilidad en la que muchas familias granjeras alimentaban muchísimas más familias y que podían hacerlo con un coste energético más alto. En la producción agrícola necesitamos volver al decrecimiento energético para crecer en profundidad de suelos. Sino es así, nuestros descendientes pasarán muchísima hambre.
4 Comentarios
Maravilloso artículo
Gracias!
Eres un punto crack
Me ha encantado este artículo, deberíamos de decir basta al trato denigrante que le dan a los animales con los que nos alimentamos. Creo que sí es posible alimentarnos sin estabular animales y que es necesario.
Muy interesante el artículo, enhorabuena!
No obstante, me gustaría hacer dos observaciones. La primera es que a mi juicio la ganadería extensiva ha perdido todo el sentido desde el momento que somos 8000 millones de personas en el planeta, la mayoría de los cuales consumen proteína animal de forma casi diaria. Esto es así precisamente porque hemos creado este modelo de ganadería intensiva industrial con millones de animales hacinados en pocos metros cuadrados. La ganadería extensiva con los animales pastando en largos prados no es eficiente ni viable, a no ser que 1. aceptemos que vamos a comer carne una o dos veces al mes o 2. tuvieramos otro planeta solo para tener vacas pastando. Personalmente, creo que entre comer carne dos veces al mes o no comer… pues ya casi dejemos a las pobres vacas en paz.
El otro tema, del que estoy leyendo bastante últimamente es efectivamente el tema del abono y el estiércol que mencionas. Existen modelos de agricultura con abono enteramente verde tremendamente exitosos. Aquí un ejemplo, aunque hay muchos otros: https://www.instagram.com/plantage.farm/
Y en todo caso, yo me pregunto: no sería más práctico tener vacas y cabras pastando libremente, recogiendo sus excrementos, pero sin necesidad de sacarles leche o sacrificarlas? Su ciclo de vida sería más largo con lo que nos permitiría un uso más óptimo de ese estiércol. Con llevar un control sobre las poblaciones sería suficiente.
En fin, dos ideas que me han surgido tras leer el artículo.
Un saludo cordial